La historia se repite año tras
año. Sólo hace falta dar una vuelta por algunos de los supermercados del país para
darse cuenta como los países ricos perjudican el desarrollo de países pobres a
través de los subsidios agropecuarios que otorga la UE. Por un lado, los países
ricos destinamos fondos de ayuda al desarrollo a través de las ONG’s, y por
otro destruimos sus sistemas económicos cercenando sus únicos medios de
producción. Los productos locales africanos no pueden competir con los precios
de los productos europeos, puesto que están subvencionados. Esta circunstancia,
disuade a los empresarios a innovar e invertir en desarrollar un tejido
empresarial sostenible.
Las recetas económicas del FMI
condicionan a estos países a la apertura de sus fronteras comerciales para
recibir la ayuda económica que sale del Banco Mundial. Es duro decirlo, pero
toda la ayuda está condicionada.
Desde los países ricos, a través
de los programas estructurales, se destinan millones de euros con el objetivo
de emprender campañas de formación a los productores para que cambien sus
cosechas, maximicen sus beneficios y sean más competitivos. Sin embargo, y aprovechando
la coyuntura, la Unión Europea inunda sus mercados con productos europeos que
se comercializan a un coste menor que el coste de producción local, gracias a
las subvenciones que reciben los productores europeos. Asimismo, entre otras
medidas arancelarias, los productores de los países pobres se ven incapaces de
competir con las grandes industrias con su exigua tecnología y sus primitivas
herramientas.
Qué sentido tiene promover el
desarrollo con nuestros impuestos, y que esos mismos impuestos sirvan al mismo
tiempo para repartir subsidios europeos que discriminan y empobrecen a África.
Lavamos nuestras conciencias a través de las ayudas al desarrollo que
recuperamos con creces mediante la venta de productos subsidiados y la exención
de tasas arancelarias. Y si los países subdesarrollados se niegan a aceptar las
ventajas fiscales que solicitamos, les negamos la usurera ayuda al desarrollo.
Lo más indignante es que esta
injusticia se perpetúa con la connivencia de los medios de comunicación, falaces
lacayos de las grandes multinacionales que promueven este juego criminal.
Somos muchas las ONG´s que
trabajan para ayudar a las pequeñas comunidades a producir sus propios
alimentos; a enseñarles a subsistir con sus propios medios para que puedan
hacer dinero con el exiguo excedente. Excedente, por cierto, que no pueden
vender por la imposibilidad de competir con el producto que se importa de
Europa y que colma los mercados.
Raymon.
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