En este viaje en bici por Europa estamos reflexionando sobre nuestra experiencia en proyectos de cooperación. Como ONG, estamos viviendo un momento difícil que inexorablemente modificará nuestra filosofía de trabajo. Después de 6 años trabajando en proyectos de cooperación consideramos necesario refundar el modelo de trabajo y de gestión de las ONG’s. Sin embargo, con nuestra opinión, no pretendemos disuadir a la gente que apoya a estos organismos a que deje de hacerlo, sino que exige una reflexión de todos nosotros que contribuya a la modificación del sistema desde la raíz del problema.
Las críticas a las ONG’s mayoritariamente se circunscriben al ámbito de lo económico. La gente no confía en que las ayudas lleguen a los más necesitados. Asimismo, se acumulan las denuncias de desvío de fondos y corrupción de las ONG’s más relevantes. Sin embargo, existe una realidad mucho más importante y que pocas ONG’s se atreven a revelar. Es una evidencia - que los datos y las estadísticas confirman - que las políticas de cooperación no funcionan, y la ayuda al tercer mundo ha sido un tremendo fracaso en los últimos años. El continente africano, por mencionar un ejemplo, es un ingente cementerio de proyectos inacabados. Allí todo el mundo es consciente que las políticas de cooperación no funcionan. La realidad, bien sabida por muchas de las ONG’s, es que no se están atacando las causas que verdaderamente originan la pobreza y la desigualdad en el mundo. Y a pesar de todo, se sigue soslayando el problema.
La ayuda internacional, a través de muchas ONG’s, se ha convertido en un medio maquillado más de occidente para controlar y acceder a las materias primas a través de sus multinacionales y empresas. Esta ayuda no funciona porque es hipócrita. Es contraria a las políticas de los países ricos que imponen su injusticia comercial en favor de sus intereses productivos, energéticos, geoestratégicos, etc. El objetivo de las ayudas está dirigido a que los países depauperados se desarrollen, pero occidente se encarga de cercenar todas las vías comerciales posibles para que estos países prosperen. El trabajo de cooperación ha transformado a la gente pobre en pasivos perceptores de caridad. En Senegal, por ejemplo, hay cientos de proyectos de desarrollo financiados por EEUU, Canadá, Francia, España, etc. Sin embargo, también existen actividades económicas muy lucrativas, como la extracción de oro, mármol, hierro, coltán, pesca, etc., que reportan a los países ricos mil veces más beneficios de los que estas potencias financian en proyectos de cooperación. Toda la ayuda de estas potencias económicas está condicionada. Hay que preguntarse por qué España no promueve la ayuda en los países más pobres, sino en aquellos donde operan empresas españolas.
La mayoría de las ONG´s, a pesar de su buena voluntad, sólo actúan como mero parche del problema. Se ha implantado el modelo farmacéutico actual en el que un enfermo crónico es más rentable que un enfermo sanado. No interesa vender un medicamento que acaba definitivamente con una enfermedad. Por consiguiente, mientras no se inviertan esfuerzos en cambiar los aspectos que realmente generan pobreza, seguiremos en un círculo incoherente y sin sentido que se mantiene básicamente debido al egocentrismo de las ONG´s y su lucha por aliviar su inherente sentimiento de culpa. Es una prioridad presionar a nuestros gobiernos para que tomen medidas y acciones políticas concretas que acaben con la desigualdad e injusticia comercial que impone occidente (subvenciones agrícolas, aranceles, ayudas a la exportación, etc.). Sabemos que no es fácil y algunos lo consideran una utopía. De hecho, muchas ONG´s han sido expulsadas de países subdesarrollados por encarar políticas internas. Sin embargo, no existe otra solución. Sin desmantelar la estructura que promueve la pobreza y la desigualdad, seguiremos dando palos de ciego. Viajando en Senegal me preguntaron si teníamos intención de crear una sede de la ONG en el país. Después de 5 segundos, expresé con cierta ironía, que la ONG la deberíamos implantar en España, donde hacía falta un trabajo de sensibilización considerable respecto a las consecuencias que tienen las políticas comerciales e imperialistas que apoyamos los españoles.
Es muy triste expresar esto, pero hemos podido ver como muchas ONG´s se han convertido en un negocio o una alternativa de vida. Erigir una ONG para muchos, es una opción similar a abrir un quiosco o un puesto de pipas. Eso sí, donde el dinero fluye y el complejo de culpa es menor. No importa si el proyecto no está desarrollando a las comunidades, si se originan conflictos entre las familias, si se fomenta la dependencia, apatía, desmotivación, etc. No importa si el propio ego y etnocentrismo de las ONG’s está contribuyendo más al problema que a la solución de la pobreza. Lo peor de todo es que muchas asociaciones, además de promover un enfoque amable del capitalismo, no son conscientes que su actividad responde a la necesidad de hacerle el trabajo sucio al Estado. Y lo que es más grave: su paternalismo mitiga la iniciativa local y el espíritu de rebeldía de las comunidades, actitud imprescindible para combatir la corrupción de los gobiernos locales.
A pesar de las evidencias, pocas asociaciones, fundaciones, etc., se atreven a reconocer esta triste realidad. Muy pocas hacen autocrítica y cuestionan el modelo de trabajo y de gestión de sus proyectos. La mayoría recibe subvenciones públicas y privadas para desarrollar su actividad; y mientras alguien pague los sueldos, perdemos nuestra independencia e integridad para ser autocríticos, y siempre habrá un informe esperanzador que conceda continuidad y aire fresco al proyecto. Porque siendo honestos, para muchas de estas ONG’s lo importante es el dinero. No es relevante si la financiación proviene de iletrados socios, reprobables estados, multinacionales o bancos sin valores cuyas acciones sustentan la estructura que genera pobreza y desigualdad. Sin darnos cuenta, o haciendo la vista gorda interesada, estamos al servicio y lavando la imagen de los que verdaderamente perpetúan el problema. Eso sí, nos facilitan la financiación necesaria para llevar a cabo los proyectos, aunque nunca supervisen que se ha hecho con su dinero. La realidad, tampoco les importa.
El egocentrismo desmedido es otra de las causas que contribuyen al problema. La mayoría de las ONG’s, incluidas las no financiadas, comienzan su andadura en el mundo de la cooperación argumentando la necesidad de ayudar a los pobres, pero la realidad es que sólo les moviliza el afán de ayudarse a sí mismos. En el fondo somos conscientes que nuestro modelo de bienestar se sustenta en la dominación y subyugación de otros. Somos nosotros los que necesitamos ayuda, y para ello, “jugamos” a ayudar sin ningún conocimiento de causa. Hemos observado muchos casos de responsables y cooperantes de ONG que detestan y reprochan la mentalidad y costumbres de las poblaciones con las que trabajan. Ni los respetan, ni los entienden, por lo que difícilmente podrán hacer algo positivo por ellos.
Un proyecto desastroso para una comunidad pobre puede perpetuarse sólo porque los niveles de autoestima y fama personal de los responsables de la ONG es el adecuado. Han conseguido dar sentido a sus vidas, razón suficiente para continuar jugando a salvar el mundo.
Lo más preocupante que hemos observado durante estos últimos años, no es que algunas ONG’s desvíen los fondos destinados a los pobres, sino el terrible impacto que han generado los proyectos que promueve occidente en las poblaciones a las que destinaron la ayuda. A pesar de tener un desconocimiento supino del entorno, la cultura, costumbres, códigos, etc., nos permitimos la licencia de exhortar a las comunidades necesitadas a implantar nuestro insalubre modelo etnocentrista y egocéntrico. Y lo hemos conseguido. Muchas de las comunidades contagiadas por nuestra visión de desarrollo, han perdido sus raíces culturales y han adoptado los valores más abyectos del ser humano.
Como he mencionado, la solución se encuentra a nivel político. Y si esta lucha y esfuerzo por cambiar el sistema es considerado una pérdida de tiempo, lo mejor que podemos hacer por lo pobres es dejarles en paz. Si realmente queremos hacer algo por el tercer mundo, empecemos por enfrentar las políticas económicas injustas que promueven los países ricos en su anestesiada carrera por crecer desaforadamente. No hay que enseñar a los pobres a tener más, sino enseñar a occidente a tener menos y repartir mejor.
Raymon – www.otravidaesposible.org