19 de febrero de 2014

AYUDA AL DESARROLLO, LA GRAN MENTIRA

La historia se repite año tras año. Sólo hace falta dar una vuelta por algunos de los supermercados del país para darse cuenta como los países ricos perjudican el desarrollo de países pobres a través de los subsidios agropecuarios que otorga la UE. Por un lado, los países ricos destinamos fondos de ayuda al desarrollo a través de las ONG’s, y por otro destruimos sus sistemas económicos cercenando sus únicos medios de producción. Los productos locales africanos no pueden competir con los precios de los productos europeos, puesto que están subvencionados. Esta circunstancia, disuade a los empresarios a innovar e invertir en desarrollar un tejido empresarial sostenible.

Las recetas económicas del FMI condicionan a estos países a la apertura de sus fronteras comerciales para recibir la ayuda económica que sale del Banco Mundial. Es duro decirlo, pero toda la ayuda está condicionada.

Desde los países ricos, a través de los programas estructurales, se destinan millones de euros con el objetivo de emprender campañas de formación a los productores para que cambien sus cosechas, maximicen sus beneficios y sean más competitivos. Sin embargo, y aprovechando la coyuntura, la Unión Europea inunda sus mercados con productos europeos que se comercializan a un coste menor que el coste de producción local, gracias a las subvenciones que reciben los productores europeos. Asimismo, entre otras medidas arancelarias, los productores de los países pobres se ven incapaces de competir con las grandes industrias con su exigua tecnología y sus primitivas herramientas.

Qué sentido tiene promover el desarrollo con nuestros impuestos, y que esos mismos impuestos sirvan al mismo tiempo para repartir subsidios europeos que discriminan y empobrecen a África. Lavamos nuestras conciencias a través de las ayudas al desarrollo que recuperamos con creces mediante la venta de productos subsidiados y la exención de tasas arancelarias. Y si los países subdesarrollados se niegan a aceptar las ventajas fiscales que solicitamos, les negamos la usurera ayuda al desarrollo.

Lo más indignante es que esta injusticia se perpetúa con la connivencia de los medios de comunicación, falaces lacayos de las grandes multinacionales que promueven este juego criminal.

Somos muchas las ONG´s que trabajan para ayudar a las pequeñas comunidades a producir sus propios alimentos; a enseñarles a subsistir con sus propios medios para que puedan hacer dinero con el exiguo excedente. Excedente, por cierto, que no pueden vender por la imposibilidad de competir con el producto que se importa de Europa y que colma los mercados.


Raymon.

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